Aurelio abandona su pueblo y se va a la capital para trabajar con un familiar en una empresa naviera de emigración. Pronto descubre que su pariente se saca un sobresueldo extorsionando a los emigrantes a los que vende pasajes. Aurelio, que es un chico honrado y sensible, no puede consentir tal injusticia y acaba siendo despedido. Sin contarle nada de lo sucedido ni a sus padres ni a su novia, decide embarcar como polizón en un barco que va a América.